¡Vamos Fito!


Ahora salió toda la gilada a criticar a Fito Paez. Propios y ajenos entendieron su columna como un ataque a la pobre ciudadanía y, con afectada indignación, salieron a intentar poner en caja al músico.
La mitad mala de la ciudad, porque les gusta jugarla de víctima. Repiten hasta creerlo que el gobierno nacional es autoritario y ven una cabal prueba de eso en cualquier rabieta de un simpatizante del gobierno. Su corpus ideológico se gesta en Clarín, que contribuye a igualar la carta de Horacio González o la nota de Fito Páez, que gustan de este gobierno al que ellos combaten, con la brutal censura que hubo cuando la dictadura que ellos defendieron.
Sin embargo, cuando viene Vargas Llosa a decir lo mismo, que los argentinos son medios boludos porque eligen el Kirchnerismo, se deshacen en aplausos y dicen: “Ay, que inteligente este señor, lo que es ser premio nobel”.
Los que apoyan el modelo nacional y popular, fingen indignación por otra cosa: la nota de fito les suena a pianta votos. Suena poco probable, sin embargo, que algún voto dependa de lo que escriba un músico. Aun cuando se trate de uno de los mejores.
O, tal vez, lo que moleste es que hable en vos demasiado alta de esa tara que tiene la mitad de los ciudadanos de Buenos Aires.
Pero seamos francos, acá que podemos porque no nos lee nadie y esto no es la contratapa de página 12: los porteños tienen capacidades electorales diferentes. Ellos, que vuelven a votar a Macri, votan a conciencia un modelo de estado que no se preocupa por los que menos tienen, descuida la educación y la salud, no construye vivienda, emite mensajes racistas, crea la UCEP y desmadeja la policía metropolitana.
O tal vez, ignorantes de estas prácticas, lo votan por los globos, por el poco creíble discurso conciliador, porque tampoco se tragó tantos bigotes. En cualquiera de los dos casos, no sorprende que esas actitudes provoquen asco en un artista sensible como Fito.


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